Hablando con amigos hace unos días, llegamos a la conclusión de que ésta es una de esas asignaturas pendientes que nos marcamos cada año. Un poco como perder peso, aprender inglés o hacer un curso de especialización. Nos ronda sin conseguir que sea una asignatura superada. De pronto caes en la cuenta, «otra vez he caído, otra vez haciendo algo que no me gusta, no me apetece o no tengo tiempo«. Qué mal te sientes cuando caes en la «trampa».
A veces es simplemente un amigo o un familiar que nos insinúa que estaría bien hacerle una fiesta sorpresa a… y ¿cómo no?, te entusiasmas, le das algunas ideas y acabas con la adjudicación no sabes cómo de organizarla.
Otras veces ocurre en el trabajo, ya tienes la agenda a tope, vas con el tiempo justo para presentar una propuesta y organizar un curso que haces en dos semanas entre otros temas, pero tu jefe te dice que ha pensado en tí para que te hagas cargo del proyecto del nuevo cliente en el que «nos jugamos mucho» y claro, entre el orgullo y el entusiasmo… el proyecto se hace hueco empujando y estirando tu agenda. Resultado: estás más cansado, tu mente ocupada con tantas cosas que no puedes concentrarte y se resiente tu vida privada y tus compromisos anteriores.
Sea como sea la circunstancia, nos cuesta decir NO. No se trata de decirlo bajo cualquier circunstancia, se trata de decir no en aquellos casos en que luego sentimos que tendríamos que haber dicho no.
¿Por qué no sabemos decir NO?.
La primera razón para es porque no somos suficientemente conscientes de lo que nos puede implicar esto. Tomarse un tiempo para calibrar o sopesar las implicaciones, es importante para mejorar el SI o para argumentar razones para el NO. Si nos damos unos segundos, minutos u horas para valorar si realmente aceptarlo, no se acabará el mundo y nuestra respuesta será más sincera y comprometida.
Otra razón es que no fijamos prioridades. Queremos atender todas las necesidades sin determinar cuáles serían los puestos que ocupan en nuestra agenda de vida, Si una sube, otra y las subsiguientes han de bajar y puede que dejemos de hacer algo que sí es importante. Si finalmente tu jefe o la persona que te lo pide sigue opinando que has de ser tú la persona que lo haga, podréis establecer un plan para hacerlo y en el peor de los casos, habrás trasladado a él o ella la responsabilidad final de que el resto de proyectos se resientan. Piensa si por ejemplo no podrías decir a tu jefe, «a ver tengo este proyecto, esta entrega para la próxima semana, la visita a tal cliente y la propuesta tal. ¿Cual de ellas consideras que podríamos suprimir o posponer para poder casar tu propuesta en agenda?. Establecer prioridades ayuda a responder NO directa o indirectamente.
Porque hemos perdido de vista nuestras responsabilidades. Si no está dentro de tus responsabilidades, no estás obligado a hacerlo y si lo está, siempre puedes intentar una negociación acertiva explicando de forma clara y rápida tus razones.
Por último bajo mi punto de vista, otro gran grupo de razones las incluiría en que tenemos la idea de que vamos a fallarle a alguien (nuestra pareja, nuestro amigo, nuestro jefe, nuestra hermana..). Hay muchos casos en que es más importante «fastidiarnos» un poco para conseguir un beneficio para alguien o algo que nos importa, pero en otras el precio es tan alto que no merece la pena. Decirle que te sientes halagado por haberte tenido en cuenta, que te parece una muy buena idea y que en este momento no puedes comprometerte, es un signo de madurez que quien te quiere o aprecia debe saber valorar.
Para hacer hueco a los SI que damos cada día, hemos tenido que elegir y decir NO a otros. Este ejercicio lo tenemos aprendido, así que aplicarlo es más fácil de lo que pensamos.
¿Qué otras razones se te ocurren para que no sepamos decir no?