Mi segunda oportunidad hoy

Las pasadas navidades murió Currito. Tenía muchos años y aunque se le veía saludable y nunca estuvo enfermo, sabíamos que por ley natural tendría que morir. Había sido nuestro compañero durante 17 años y medio. Era un gatito que cabía en la palma de mi mano cuando lo llevé por primera vez de viaje a Córdoba.

Cuando nos lo dieron aún era tan pequeñito que ni siquiera sabía comer solo y durante los primeros días tuvimos que alimentarlo con biberón. Cuando se hizo mayor se convirtió en un gatazo enorme que trasmitía serenidad y que seguía amasando la manta suavita del sofá fruto del destete temprano. Sí soy sincera, los últimos años de su vida tenía miedo. Tenía miedo a que se fuese, sabía que era muy mayor y tenía miedo a que ya no estuviese en la puerta esperándome al volver a casa, a que no sintiese sus ocho quilos de peso en mis pies por la noche durmiendo plácidamente mientras yo poco a poco sin darme cuenta, me había encogido para dejarle hueco. Tenía miedo al dolor. Ese miedo hacía que no le entregase todo mi amor, no ser libre para quererlo como ese compañero de mi vida que era. Cuando llegó el momento, esa reserva quizás me ayudó para tomar la decisión de que la eutanasia era una solución más digna para él que seguir sufriendo. Sin embargo, no me evitó el que la despedida fuese dura y sufrí, me angustié por no poder hacer por él y sentí que él me miraba sin reprocharme. Yo sí sabía lo que lo quería antes de perderlo, pero el miedo a perderlo me hacía vivir la angustia antes de que se produjese la pérdida y eso, me alejaba de la VIDA, del momento que aún tenía.

Ahora, después de unos meses de duelo, tenemos en nuestras vidas a un nuevo amigo. Él sí sabe comer sólo porque hemos querido que no eche de menos a su mamá y hemos sido pacientes, esperando a que se destetara. Salta y corre durante todo el día. Disfruto con cada nueva cosa que aprende y con cada mirada que me brinda  y con cada momento que pasa en mi regazo. ¿Y sabes qué?. No voy a escatimar ni un segundo de quererlo porque he aprendido que por mucho que pienses que si te mantienes a una distancia prudencial no sufres, no es cierto porque con ese pensamiento, estás sufriendo antes de que llegue y porque cuando llega el momento, el amor que has dado es lo único que te da paz. He aprendido que quiero vivir en el presente para aprovechar lo que hoy sí tengo y que voy a amar lo que hoy sí puedo disfrutar. He aprendido que el miedo te aparta de la felicidad de disfrutar el momento. Tengo la suerte de disfrutar de una nueva oportunidad HOY.

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