He visto esa expresión muchas veces en las caras de mis clientes y de los alumnos cuando trabajamos en quién te gustaría ser, qué te gustaría para tu vida.
Tienen esa expresión entre la ilusión, la duda y el miedo.
Todos hemos tenido en nuestra vida la intención, el sueño, de hacer algo que necesitábamos, que nos apetecía, algo decisivo, algo que cambiase algo, algo que nos produce mariposas en el estómago cada vez que pensamos en ello: estudiar, casarnos o dejar a nuestra pareja, trabajar o dejar el trabajo, presentarnos a una prueba, marcharnos a otra ciudad u otro país, invertir en algún negocio, en una nueva casa, en estudios para los hijos… mil ilusiones que a veces se quedan desinfladas. Nos suele frenar la duda. Comenzamos a sopesar pros y contras y a darle vueltas. En el fondo lo deseamos pero… nos han enseñado que hay que meditar las decisiones porque si no, luego nos toca el «ya te lo dije». El mundo está lleno de ya te lo dije y de sueños que ni siquiera se intentan. Los que no se atreven, te dirán que es imposible o que probablemente fracasarás. El resultado es que nos sentimos indecisos, desinflados.
Pero de vez en cuando, hay personas que cuando le cuentas tu proyecto, tu sueño, se convierten. Abren sus ojos, te lanzan una sonrisa, y ya, no necesitas mucho más. Te inspiran y te dan su aliento para que te sientas apoyado, para que veas cuántas posibilidades tienes, cuántas nuevas opciones puedes generar, cuanto beneficio puede reportar. Te ayudarán a sopesar, a valorar, con el ánimo de que puedas generar más posibilidades. Con cada nueva palabra te transmiten su aliento para que como los globos, crezcas y crezcas y puedas ascender tan alto como quieras, como desees, como seas capaz. Ese globo desinflado y escuchumizado que eras antes, gracias a ese aliento se hace mayor y crece, crece para mostrar toda su capacidad.
¿Qué nos cuesta ser infladores?. El mundo necesita más infladores.