Hace muchos años en la antigüedad, un escultor comenzó a tallar la escultura de una mujer en un trozo de marfil.
Mientras iba dándole las formas, sentía como esas caderas le envolvían, como esa sonrisa le seducía, como esa mirada le incitaba a una pasión que nunca antes había experimentado. Cuando talló su mano quiso acariciar esos delicados dedos que parecían invitarle a que extendiera la suya, la tomara y la sacara a bailar. Cada centímetro de su cincel, le acercaba más y más hacia esa mujer que había comenzado siendo un bloque de marfil en el que sintió instintivamente que se ocultaba algo que era poderoso y merecía la pena descubrir.
De tal manera miraba y se conectaba a la mirada de su escultura que cuando la hubo terminado, sentía que ya no era una simple estatua, era una mujer. No, ya no era una mujer, era la mujer más perfecta y bella que nunca había visto. Ella parecía que lo miraba y Pigmalión que así se llamaba el escultor, comprendió que se había enamorado.
A partir de entonces, cada día llegaba a su taller ilusionado, sintiéndose acompañado, sintiéndose observado, queriendo crear todo un mundo que pudiera acompañar a su amada Galatea (flores, cervatillos, sirvientas…).
Afrodita, desde el Olimpo se percató de la suavidad de las palabras de Pigmalión para Galatea, de la delicadeza con le que hablaba, la generosidad con que creaba para ella y la complicidad de su mirada y comprendió, que el amor de Pigmalión por Galatea no encajaba con el orgullo de un artista, sino que era el amor de un ser humano por buscar lo oculto en un trozo de marfil. Conmovida por ese amor, Afrodita soltó un suspiro y Galatea tomó vida.
Pigmalión la miró sin sobresaltarse. Él ya la había visto con las mejillas sonrosadas, los ojos brillantes, la piel cálida y labios jugosos. Poco había cambiado pero todo era diferente cuando Galatea le besó. Era exactamente como él la imaginó siempre.
La intuición y la curiosidad de Pigmalión por descubrir lo que había detrás de ese trozo de marfil, le descubrió a la mujer perfecta para él.
La intuición y la curiosidad por conocer cuál es el potencial de las personas que te rodean, te lleva a fijarte en lo
mejor de ellas y permitir que vayan cayendo las capas de marfil para mostrar el ser que hay debajo. Ser un Pigmalión es ser un escultor de proyección, alguien que ve más allá de lo obvio, que cree en ello hasta que no puede por fuerza más que mostrarse la realidad.
Conviértete en tu propio Pigmalión, confía y talla ese ser que quieres que surja. Confía en que va a salir porque está dentro de ti.
¡Touche! Contundentes motivos. Manten este criterio es un articulo estupendo. Tengo que leer màs articulos como este.
Saludos
Muchas gracias. Quedas invitado. Te espero por aquí cada vez que lo desees. Un abrazo
Pues estás invitadísimo a ello. Te espero por aquí, compartiendo aprendizajes. Gracias