Dice un proverbio árabe «Si lo que vas a decir no es más bello que el silencio, no lo vayas a decir» Nunca en mi vida había estado 10 días enteros sin hablar. Reconociendo lo que hablo, pensé que sería un reto que no podría cumplir. Me gusta probar retos. Decidí cambiar mazapanes y deliciosas comidas y bebidas con regalo envenenado de unos cuantos kilos de sobrepeso por una experiencia nueva, algo que además me aportara emprender el nuevo año sintiéndome más centrada, más consciente de ese «ahora», de ese momento que se me escapa continuamente. Un amigo me había hablado de un retiro de meditación que propocionaba estas herramientas y comencé mi aventura. Son tantos los aprendizajes, que he decidido hacer entradas cortas de cada uno. He tenido la oportunidad de experimentar muchas cosas que sabía a nivel teórico e incluso práctico pero no con tanta evidencia. Hoy me centraré en los aprendizajes con EL NOBLE SILENCIO.
1. El cuerpo y la mente se comunican. A veces hablamos sin valorar completamente lo que vamos a decir y su implicación:
- si es realmente verdad
- si es realmente necesario contarlo
- si lo que voy a decir realmente aporta a la otra persona, le puede interesar…
Si me tomo un par de segundo para analizar estos aspectos antes de hablar, es probable que no lo diga y de esa forma no dañe o aburra inútilmente a otra persona o me condene a tener que hacer algo que en realidad no va conmigo o no quiero. Otras ocasiones lo que pueda decir sí cumplirá estas premisas y por lo tanto, mejor será que no me lo calle, que comparta. Pero ¿cómo puedo hacer para hablar en el momento y con las palabras adecuadas?
Hay una señal de advertencia, de previo aviso que se manifiesta en el cuerpo. Según estoy pensando lo que diré, se produce una sensación por ejemplo de rigidez en la espalda o de estómago revuelto que se produce cuando sería mejor callarme. Probablemente esas sensaciones siempre han estado ahí pero no les había echado cuentas.
Ser consciente de las sensaciones, observar el cuerpo para conocer la mente, (comunicación cuerpo-mente), alerta para que tus palabras y acciones sean impecables.
2. Cuando no hablo, también hablo. Cuando estaba en silencio era más consciente de mis pensamientos, de lo que en coaching llamamos el diálogo interno (DI). Generalmente sólo somos conscientes de una pequeña parte de este DI. Cuando no hablas, la consciencia emerge y te das cuenta de cuántas charlas te pegas al cabo del día contigo misma y de la calidad de esas charlas. En mis diálogos internos había mucho futuro, (qué voy a hacer, cómo lo voy a hacer…), pasado (dije, hice, tenía que haber…) y juicios para todo: para las personas, para las acciones, para mi misma, para el tiempo… y poco presente, poca consciencia real de todo lo que pensaba y sentía. Si fuese una red informática, saltaría el cartelito de «sobrecarga en la red» y se quedaría bloqueado el ordenador.
Mi aprendizaje ha sido experimentar la importancia que las palabras (las que decimos y las que nos decimos) porque determinan quienes somos y cómo el silencio ayuda a ser más consciente.
Todos somos amos de nuestro silencio, y esclavos de nuestras palabras.